lunes, 3 de marzo de 2008

La Locura de Don Quijote es lo que mantiene la cordura de muchos de nosotros.




Después de que alguien ha leído “El ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha” es de lo más normal quedar maravillado acerca de toda la sabiduría y experiencia que por medio de la imaginación de Don Quijote puede captarse.

Don Quijote el Líder Idealista acompañado por su fiel escudero Sancho Panza, el seguidor que no tiene juicio propio, Dulcinea Del Toboso La cual es vista con los ojos del cegador enamoramiento y Rocinante La Yegua que Don Quijote Quiere y ve con ojos de madre (no se percata lo flaca y Penca que es) nos llevan por una historia compleja y chusca.

Si analizamos el contexto de la historia podemos ver que es algo disparatada, ya que el leer las aventuras imaginarias de un hombre que por su afición a los libros de caballería crea una fantasía, no parece ser muy ilustrativo o educativo.

La mayoría de los consejos que mi tocayo Miguel Cervantes pone en boca de Don Quijote suenan bien pero parece que están algo abstractos de nuestra realidad social, es más, pareciera que llegan a chocar, sin embargo, es hasta que los comenzamos a aplicar cuando nos percatamos de que verdaderamente son lecciones de vida. Lo mismo pasa con los consejos de nuestros padres y madres, parecen ser simples enseñanzas que por obligación deben darnos, algo cíclico que se repite en todas las generaciones y con todas las familias, sin embargo es el tiempo quien nos detalla esta errónea opinión

Mi aportación… Ahí va:

A Don Quijote y a los padres no se les comprende hasta que se ponen en práctica sus consejos, esto en el mejor de los casos ya que a veces el tiempo es quien nos hace comprenderlos, irónicamente lo hace demasiado tarde.

Indocti discant, et ament meminisse periti



Jorge Miguel Arrieta Torres